Dice la neurociencia que cualquier aprendizaje está formado por tres dimensiones: emocional, corporal y mental; por tanto, un niño de Educación infantil se construye a sí mismo por medio de las sensaciones y el movimiento. Es gracias a este proceso que va tomando conciencia del propio cuerpo, y de su entorno familiar y escolar.
Es por este motivo que hay que dar importancia al juego, este juego motriz o simbólico que los acompaña en todo momento, dentro de la escuela y fuera de ella.
Las sesiones de juego motriz están pensadas para que cada niño se conozca a sí mismo en relación con los otros niños y en un espacio que cambia según el materiales presentados; circuitos, pelotas, aros, ropas, cojines… permiten adquirir habilidades de confianza, seguridad y esfuerzo, superando algunos miedos, y al mismo tiempo ayudan a compartir y a respetarse unos a otros.
La imaginación aparece cuando libremente pueden interpretar simbólicamente con todos estos materiales cualquier patrón de la vida real o imaginaria donde aparecen normas y roles perfectos; pueden crear familias, escuelas, tiendas, barcos piratas, selvas o cualquier personaje que les permita sentir o experimentar procesos profundos que los niños necesitan hacerse suyos y comprender.
Las actividades de experimentación con arena, harina, serrín, garbanzos o agua permiten ser más hábiles y precisos con los dedos y las manos.
La gran riqueza de estos juegos en la etapa infantil favorecerá el hecho de ir integrando desde la parte emocional y corporal unos conceptos como delante, detrás, alrededor, dentro, fuera, arriba, abajo, primero, segundo… que les permitirán ubicarse con seguridad ante el aprendizaje de la lectoescritura, en la que las letras siguen un orden para formar palabras, y las palabras necesitan un orden para construir una frase.
También permiten integrar conceptos de cantidad o numeración, como muchos, pocos, más, menos, grande, pequeño, poner, quitar… que les permitirán comprender los conceptos de suma, resta, multiplicación y división.
Es muy importante en este proceso el papel que juega el lenguaje del adulto. Hay que ser conscientes de que poner palabras a lo que ocurre permite acompañar al niño hacia la construcción de su identidad, y como nos dice la neurociencia, partimos de la motivación y la experimentación para llegar a la comprensión.
Así pues, gracias a la imaginación, al juego, al acompañamiento y al lenguaje, los niños crecen con los adultos y los adultos crecen con los niños.
Núria Gacia – Maestra especialista en psicomotricidad